Monday, July 04, 2005

la vagina centrífuga

La vagina centrífuga o centrifúga. Me preguntaron: ¿centrifúga de “lava y centrifúga”? No, respondí. Centrífuga usado como adjetivo, no como verbo. Parece mentira. No me remite a tareas hogareñas. Me remite a un sexo que devora, devasta. En plena sesión de terapia me senté en el diván y comencé a leer (y leerme) un breve ensayo de María Moreno: “la experiencia es devastadora: los síntomas corroen los cuerpos, la palabra por venir parece abrir tajos. Como si la mujer debiera destruir su cuerpo como el de la cultura y refundarlo a partir de otra mujer mientras va sacando de sí misma (o de la otra) las palabras para decirlo”. Paré ahí. Y quería llorar a los gritos. Una siempre se pone más sensible sobre un diván. La palabra abre tajos... la palabra abre tajos... abre, deja a la intemperie y después saca. Extirpa los fluidos: el orgasmo, el vómito, las lágrimas, el pis, los mocos. (la amo tanto que me da alergia), (la amo tanto que cada vez que la veo me dan ganas de irme corriendo al baño a vomitar), (la amo tanto que me da cistitis), (la amo tanto que, bueno, etc...). Hago mío el párrafo de Moreno, lo degusto, lo repito por las noches, se lo grito por el balcón a una vieja que pasa caminando, lo escribo en mis cuadernos, lo fraseo, lo compongo. Ella hace lo mismo con Djuna Barnes y Djuna Barnes escribe revisando las cartas de Norah Flood que a su vez lee a Safo con los ojos llenos de lágrimas y las manos ensangrentadas. La palabra que quiebra abre y sustituye. La palabra como fluido, como solo sintaxis. Seguí asociando. Alguna vez yo había escrito: “seamos solo sintaxis, sintaxis de cuerpos y sepamos huir”. Era lo mismo, o al menos lo parecía. Pero me di la cabeza contra la pared. Brotó la queja: cuando yo escribo sobre una servilleta arrugada en un bar que tengo nauseas porque ella me está mirando la nausea no se va. Hay una suerte de retroalimentación entre la palabra y el cuerpo. Se abre el tajo, se muestra la herida, se habla la histeria. No se acalla el síntoma. Cuerpos devastados. La palabra crea su propia sintaxis. Se arma hasta los dientes con un tiempo otro y un espacio otro que tiene sus propias reglas. Pero al mismo tiempo se escribe con la sangre que mana del tajo. Es una segunda tinta, invisible y esencial.
Safo como iniciadora y a partir de allí redes inconmensurables de vaginas que se hablan unas a otras. Cartas, diarios, escritos íntimos, luego novelas, poesía. Ahora hay redes que se tejen en blogs. Buscamos un punto cero y no lo hay, como tampoco hay un detrás del cordón, todas somos todas.
Toda somos aquella que se mordía las uñas frente al espejo, todas somos Alicia, y buscamos el embudo que se traga todo, el agujero negro, el Aleph, el espiral donde van a dar todas la palabras y aún las palabras-síntoma (para encontrarla para encontrarnos). Microcosmos y mirador clari-vidente. El punto de fuga, el tajo en el cuerpo, se abre para ganar otros espacios: nunca deja de doler aquello que duele –lo sabía Mansfield- pero lo nuevo, lo que vale la pena –y también lo sabía ella- es ese giro hacia el afuera, la vuelta de tuerca de la vagina centrífuga es la vagina centrípeta. La refundación del cuerpo de la cultura es un retorno a la palabra originaria que le quitaron a Eva de la boca. Ojo de huracán, espiral sin centro, rizoma, todo vale para nombrarla. Ahora la Pitonisa dice: si te traga destruirás tu cuerpo, nacerás de nuevo y aprenderás a hablar otra lengua.

2 Comments:

Blogger Laura A. said...

cuerpo expuesto
abierto deshecho
propio
desatar la mordaza
eva/ngelizar(se)
los labios vírgenes
y la violencia del poema
rodando en la lengua

9:45 PM  
Blogger florian said...

la tierna eterna virginidad de la vagina, incluso en sus ires y venires giratorios.

3:39 AM  

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