Thursday, July 14, 2005

La santa trinidad falocentrista o sobre las trillizas de oro

El control remoto es impertinente. Hay veces que camina solo, tiene vida propia. Y un poco como quien no quiere la cosa se me instala en el canal del sol de colores durante un mediodía un poco nublado cuando recién termino de lavar los platos (estratégica tarea de mujer para mientras tanto fijar algún pensamiento deshilvanado). Aún con las manos mojadas intento cambiar. Pero me detiene una curiosidad burlona, un malsano complejo de superioridad que empuña mi feminismo. El discurso feminista-progre habla por mí. No soy yo sino ell@s. No lo puedo evitar.
Las tres Marías me disparan una sarta de frases insulsas mientras sacuden los pelos rubios delante de la cámara. Por su puesto que no me piensan. Ellas se dirigen a las “mamás” o a la “señora” que, sospechan, se llama Marta o Susanita. Como no entro en ninguna categoría (no poseo el falo ni el suplemento que es el hijo) puedo reirme con desparpajo o simplificar absurdamente.
María Eugenia enseña cómo combatir la pediculosis en los niños: pedi-culo-sis. Pone cara de asco y se rasca la cabeza con el índice de uña larga. Nadie imagina, por supuesto, que es una experta en sacar piojos y liendres, pero en su deber de comunicadora social mediocre o estrella infantil venida a menos (y entrada en años), está en la obligación de brindar herramientas para la mujer de mundo moderno (o del siglo XVIII). Por un momento contemplo la posibilidad de que cierre el informe con alguna frase como “papis y mamis, sacad los piojos a rolete de los niños; hermanitos, sacad los piojos a las hermanitas y hermanitas, extirpad los piojos de las cabezas de sus hermanitos menores”. Pero no. Ellas no saben del uso de la arroba. Tienen clara la diferencia y reproducen valores sexistas heredados.
La hipérbole de un matrimonio falocéntrico: el palo de polo y el caballo como pedestal de la masculinidad. Se puede pedir algo más? Ellas son un banquete para cualquier abanderada o abanderado de la paridad de los sexos. Alérgicas a las velas de cumpleaños y a los piqueteros, cantan con voz aflautada mientras una de ellas rasguea una guitarra. Imposible no asimilarlas con el tríptico de Moiras cuyos cantos conducían a la enrancia a los aventureros. Pero cada vez que la tradición griega invocaba un trío de mujeres distribuía misiones o cualidades particulares a cada una. Estas, por el contrario, son una trinidad de Marías, desean parecer tres gotas de agua y caminan con la placenta colgándoles de las pantorrillas. Dos hermanas iguales son una obscenidad, y si una se dedica a las letras la otra deberá ser científica o deportista, envidias al margen. Tres, en cambio, son un primor. Prototipo de clase y género. Pequeña sociedad donde comulgan intereses y herencias parentales. Da gusto ver las fotos blanco y negro de comunión y escucharlas preguntar: cual es cual? Al parecido físico se le suma una similar flojera de ideas propias. Se interrumpen, se pisan, se hacen morisquetas portadoras de complicidad y también pujan por ganar espacio. Igual terminan por formular un único discurso clasista y patriarcal.
Cuando yo era chica mi abuela me llevó a verlas al teatro. No me entusiasmaron. Prefería la guitarra un poco más afinada de Julie Andrews sonando en disco de vinilo. Una cierta nostalgia por el original o, si se quiere, por el Uno(a).
Pero por un momento tuve la angustia que provoca la sospecha de una mirada parcial sobre algún asunto. Y entonces le puse una cinta en la boca a la feminista exacerbada que daba gritos pelados dentro de mí. Quizá si invitara a tomar un café a María Emilia y en el supuesto caso de que ella aceptara… y si me desempolvara a Sartre y me hiciera caer de la silla citándome a su mujer la Portadora de Voz? Sorpresas te da la vida.
Ya lejos mis reflexiones de lo que me convocaba me acerco y paro la oreja. Descubro que están llevando adelante una polémica sobre quiénes son más histéricos, si los hombres o las mujeres. Una dice: los hombres reaccionan como hombres, las mujeres son histéricas por naturaleza (¿?). Otra dice: los hombres están más histéricos porque ahora van a la peluquería y se compran ropa y se quieren ver bien. (¿?) Y la otra no opina porque está en Londres.
Basta. Cambio de canal.

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